Violons du Roy, Bernard Labadie y Julia Lezhneva: obras de Handel y Vivaldi
Violons du Roy, Canadá
Director: Bernard Labadie, Canadá
Solista: Julia Lezhneva, soprano, Rusia
Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo
Miércoles 13 de junio de 2018, 20:00
George Frideric Handel (Alemania, 1685 – Inglaterra, 1759)
De la ópera Giulio Cesare in Egitto, HWV 17 (Londres, 1724)
Obertura
Da tempeste
Concierto grosso en si re mayor, Op. 6, No. 5, HWV 323 (Londres, 1739)
I. Obertura. Larghetto
II. Allegro
III. Presto
IV. Largo
V. Allegro
VI. Menuet. Un poco larghetto
Del oratorio Mesías, HWV 56
Rejoice Greatly, O Daughter of Zion (Londres, Dublín, 1741)
De la ópera Alessandro, HWV 21
Brilla nell’alma (Londres, 1726)
Obertura de la ópera Agrippina, HWV 6 (Venecia, 1709)
Del oratorio Il Trionfo del Tempo e del Disinganno, HWV 46a (Roma, 1707)
Un pensiero nemico di pace
Concerto grosso en si bemol mayor, Op. 6, No 7, HWV 325 (1739)
I. Largo
II. Allegro
III. Largo e piano
IV. Andante
V. Hornpipe
Del oratorio Il Trionfo del tempo e del Disinganno
Lascia la spina
Antono Vivaldi (Italia, 1678 – Austria, 1741)
Del dramma per musica Griselda (RV 718) (1735)
Agitata da due venti
El renombre que Handel ganó con el oratorio Mesías, la Música del agua o la de Los fuegos artificiales dice mucho acerca de la variedad y vastedad de su producción. El teatro musical ocupó un lugar destacado entre sus intereses de empresario. A la vez, compuso grupos de obras instrumentales que circularon entre el público aficionado o profesional, o como interludios para proporcionar variedad en las funciones de ópera con duración superior a cuatro o cinco horas.
A la ópera se iba, en tiempos de Handel, a socializar, a pasar una parte de la tarde y varias horas de la noche, a escuchar algunas de las arias escritas para el lucimiento de cantantes muy reconocidos, a comer, disfrutar un helado, entrar y salir de los palcos, pasearse por la platea, comentar a viva voz el parecer acerca de la obra, roncar a pierna suelta y hasta seguir el asunto dramático con los breves recitativos. Es posible, aunque poco probable, que hubiera quien se sentara en la incómoda butaca del teatro a contemplar todo el espectáculo musical, el de la ópera y sus conciertos para teclado u órgano, con la atención y arrobamiento que luego se volvieron parte de los rituales establecidos por Wagner en el siglo XIX. Pero la ópera barroca era una función de episodios y fragmentos de lucimiento sobre asuntos conocidos por el público que no requería seguir los detalles narrativos so pena de perderse en el entramado de personajes y situaciones. Este aspecto facilitó a los compositores y cantantes el detectar los números de mayor resonancia entre los asistentes de suerte que, en lo sucesivo, pudieran ofrecerse como piezas sueltas, aisladas de su contexto y afamadas por su belleza individual. Un poco de todo esto es lo que ofrece el presente programa.
Handel tenía sobrada destreza como organista y en los instrumentos de teclado, al igual que en los de arco y vientos, dominaba el contrapunto y conocía bien las demandas musicales de la liturgia luterana. Habría podido consagrarse a una carrera similar a la de Bach. Pero comprendió cuánto campo abierto había en la música destinada al gran público y sus teatros y orientó hacia allí sus intereses.
Para saber de ópera era indispensable formarse en el medio italiano. Eran igualmente valorados los formatos instrumentales de esa zona como el concerto grosso, los conciertos para instrumento solista y las sonatas, todos estos con una alternación entre tiempos rápidos y lentos, un juego de emociones contrastadas y opciones de lucimiento técnico. A Italia fue Handel y se hizo aprendiz tan pronto pudo y en esa condición compuso sus primeras piezas para el teatro musical. Propuso oratorios no religiosos y óperas de buen recibo con los que adquirió destreza, siempre en búsqueda de tareas más exigentes con las que pudiera acceder a patronos más reconocidos y acaudalados, teatros de mejor reputación y colegas de talla superior. Al poco tiempo se codeó con Domenico Scarlatti y Vivaldi. De Vivaldi, autor de numerosísimas operas y maestro sin igual en la composición de obras instrumentales, aprendió muchísimo. Por su parte, Vivaldi y Scarlatti conocieron bien el contrapunto al estilo del norte de Europa gracias a su la cercanía con Handel.
Handel luego regresó a Alemania donde su renombre lo llevó a relacionarse con la nobleza con cruces de sangre por toda Europa. Quiso la buena fortuna, o habrá sido el cálculo, que la sucesión al trono de Inglaterra apuntara en la dirección de la casa real de Hanover y Handel emigró a Londres, anticipándose a la llegada del nuevo monarca. Sin duda, la buena jugada benefició su carrera pero también debió trabajar en los teatros de la Reina y del Rey para crear obras que le aportaran popularidad al nuevo monarca.
Las intrigas de sus competidores, las dificultades financieras como empresario y el agotamiento en la producción de ópera de estilo italiano que se hizo reiterativa y previsible, señalaron a Handel el camino de la composición de oratorios sobre tema bíblico con textos en inglés que no demandaban montaje escénico pero estaban dotados de tanto dramatismo que satisfacían los requerimientos del público. De allí provienen los oratorios Israel en Egipto, Mesías y otros muchos más casi en simultánea con la composición, para la edición de partituras y su venta por libreros o por suscripción, de sus doce Concerti Grossi del opus 6.
La vida regalada y sus lujos, tanto como la fama que obtuvo en vida y lo acompañó después, ocultan mal el hecho primordial de que Handel estuvo en el medio de los enfrentamientos entre los seguidores del rey y su pueblo, de una parte, y la nobleza de la tierra y sus vasallos, por la otra. En ese marco creó Handel en Inglaterra su maravillosa obra.
Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org