Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y Gustavo Dudamel: sinfonías 3 y 4 de Tchaikovsky

 

 

Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, Venezuela

Director: Gustavo Dudamel, Venezuela

 

Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo

Sábado 29 de julio de 2017, 20:00

Concierto cancelado

 

Integral de las sinfonías de
Piotr Ilích Tchaikovsky (Rusia, 1840-1894)

 

Sinfonía No. 3 en re mayor, Op. 29 (1875)

I. Introduzione e Allegro. Moderato assai (Tempo di marcia funebre)—Allegro brillante

II. Alla tedesca. Allegro moderato e semplice

III. Andante. Andante elegiaco

IV. Scherzo. Allegro vivo

V. Finale. Allegro con fuoco (Tempo di polacca)

 

Sinfonía No. 4 en fa menor, Op. 36 (1877)

I. Andante sostenuto—Moderato con anima

II. Andantino in modo di canzona

III. Scherzo. Pizzicato ostinato. Allegro

IV. Finale. Allegro con fuoco

 

Los estudiosos indican que Tchaikovsky escribió muy poca música absoluta. El sentencioso Wagner había señalado que en adelante ya no sería posible volver a componer sin un referente extra musical. El peso del teatro escrito en lengua alemana, el renacido entusiasmo por Shakespeare y el dominio ejercido por la novela según avanzaba el siglo XIX, eran referentes literarios a los que los compositores querían, legítimamente, aspirar. En Tchaikovsky varias de sus sinfonías tienen un diseño no musical, como un programa de ideas que sustenta a la música, mientras otras son música absoluta, es decir, sin un entre texto justificativo. La Primera si lo tiene y hace referencia a las ensoñaciones invernales que pueden poblar la mente. De ella se sabe que le costó un esfuerzo doloroso y que sufrió lo indecible para vencerse, aproximarse al umbral y pasar del otro lado, ya terminada la obra, hecho una mejor persona. Es la imagen romántica del artista como héroe de su propia existencia. Frente a la Segunda, no han aparecido documentos que cuenten de un proceso semejante. De repente, informó Tchaikovsky, avanzaba en la composición y progresaba atemorizado de que lo atacara el malestar que acompañó a la anterior. Pero no ocurrió así y la obra quedó terminada, sin pretexto literario.

Con la Tercera se cierra el primer grupo de sinfonías de Tchaikovsky. Su preocupación por abordar con destreza técnica la estructura musical de la sinfonía le prueba, una vez más, que carece del dominio del que gozaban los compositores germanos en cuanto a la atadura de motivos a temas, de estos a diseño rítmico y todo ello a su conexión armónica. Algo le faltaba a Tchaikovsky y lo sabía, cuando se medía frente a los germanos, pero en su país su música era muy apreciada y cada vez más se tocaba en Europa. El recurso a melodías de canciones populares, la reiteración, las repeticiones, los drásticos contrastes en el volumen sonoro, manejado con una orquesta potente y bien poblada, agradaron al público. La audiencia creció velozmente y su avidez emocional resultó bien compensada. Tchaikovsky ofreció obras con pocas complejidades estructurales, con una carga de sentimientos directos y fáciles de compartir, llenos de matices y contrastes, todo en menos de una hora y siempre a partir de una diáfana belleza de sonido.

Para componer la Tercera, Tchaikovsky procedió sin una explicación por fuera de la música. Compuso rápido, sin complicaciones y sin quebrantos emocionales. La obra satisfizo sin enloquecer al público. El compositor había logrado una nueva sinfonía, inclusive permitiéndose elaborarla en cinco movimientos para darle al central el lugar de mayor realce afectivo, rodeado de un scherzo que le antecede y otro que le sigue. Parecía que una bella y poco inquietante manera de componer sinfonías había llegado para quedarse, pero Tchaikovsky no estaba satisfecho.

La Cuarta vuelve a ser en cuatro movimientos, es ligeramente más breve y retorna al programa no musical. El compositor le manifestó a su amiga Nadezhda von Meck que sólo ella sabría de qué se trataba, aunque al final le ofreció excusas por poner tan torpemente en palabras lo que la música decía mucho mejor. Dijo que desde el inicio de la obra el Destino, que ordena a su capricho la vida, está expresado como fuerza determinante. Lo demás es la puja entre olvidar que siempre está allí, ilusionarse con que somos dueños de nuestra existencia creyendo que nos pertenecen las alegrías y recordar, porque no podemos escapar, que dondequiera, el destino está trazado. Esta obra tuvo una recepción magnífica. El público y sus colegas la adoraron dentro y fuera de Rusia y permanece en el catálogo sinfónico como una pieza a la que siempre hay que regresar. Con la Cuarta Tchaikovsky se hizo un mejor sinfonista de lo que ya era.

 

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org