OFB, Robin O’Neill y Daniel Binelli: obras de Gershwin, Piazzolla y de Falla

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

 

Director: Robin O’Neill, Inglaterra

Solista: Daniel Binelli, bandoneón, Argentina

 

Viernes 4 de noviembre de 2016, Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo

Sábado 5 de noviembre de 2016, Auditorio León de Greiff

 

 

Programa

 

George Gershwin (Estados Unidos, 1898 – 1937)
Obertura cubana (1932)

 

Ástor Piazzolla (Argentina, 1921 – 1992)
Concierto para bandoneón y orquesta (1979)
I. Allegro marcato
II. Moderato
III. Presto

 

Intermedio

 

Manuel de Falla (España – Argentina, 1876 – 1946)
El sombrero de tres picos, suites 1 y 2
Suite 1 (1919)
1. Mediodía
2. Danza de la molinera
3. El corregidor
4. Las uvas

Suite 2, Tres danzas (1921)
1. Los vecinos
2. Danza del molinero (Farruca)
3. Danza final

 

 

Notas al programa

 

Tras la independencia cubana de España en 1898, las decisiones políticas y económicas de la isla quedaron en manos de los Estados Unidos. Estas se adoptaron en una situación de tremendas dificultades para la producción de azúcar cubana y trajeron más estrecheces para la población. El desgobierno y la sucesión, a veces en cuestión de horas, de gobiernos sin representatividad, se prolongaron hasta cuando se inició la cadena de dictaduras vigentes hasta 1959. Poco antes de la crisis bursátil de 1929, el contrabajista cubano Ignacio Piñeiro había transformado al Septeto nacional al agregarle al conjunto de son, una trompeta en 1927. Esto ocurría durante la dictadura de Gerardo Machado quien se empeñó en que se adelantara un plan de obras públicas como remedio al desempleo, así como para crear infraestructura. Se hizo construir el Capitolio en La Habana y desde allí se marcó el punto cero de la Carretera nacional, vía que pasaba por un sitio al que Piñeiro acudía a comer las butifarras más famosas de los alrededores de La Habana. Los comensales seguían el consejo de El Congo, dueño del establecimiento y de allí surgió la letra de uno de los sones más populares, Échale salsita, palabras del célebre estribillo de la canción que a la fecha continúa sonando y bailándose. Cuando en 1932 el compositor George Gershwin, hijo de inmigrantes judíos nacido en Brooklyn, vacacionó por dos semanas en Cuba, conoció a Piñeiro, escuchó su Échale salsita y retornó a su país, donde compuso la presente Obertura cubana. La obra combina sabrosamente elementos del son cubano en una orquesta sinfónica, con toques de blues y jazz que Gershwin ya había empleado con éxito en su Rhapsody in Blue y otras piezas. Al final, cita el estribillo de la pieza de Piñeiro. Al sonero le preguntaron alguna vez si no pensaba cobrar su porción por la salsita que Gershwin le echó a su Obertura y el cubano contestó que se sentía satisfecho con que el gran Gershwin, su amigo, lo hubiera citado.

 

Piazzolla había retornado a la Argentina luego de una temporada de estudios en París con la pedagoga Nadia Boulanger. Ella estimuló en el tanguero, como lo hizo con tantos otros compositores, el aprendizaje de técnicas amplias de composición sin abandonar su pulso íntimo. Piazzolla regresó al tango con una frescura y novedad que muchos de sus compatriotas no quisieron admitir y abordó la escritura de obras dentro de la tradición académica occidental dominadas por la música proveniente de los burdeles y las borracheras nocturnas que se plasmaron en el empleo del bandoneón, los ritmos y los tiempos del tango. También aquí abundaron las opiniones de quienes aseguraban que se trataba de una canallada. El tiempo y la calidad de las obras de Piazzolla lo mostraron como un renovador del tango y como el compositor que refrescó una parte de la música clásica. Además del bandoneón al frente de la orquesta, la instrumentación contempla un grupo de percusión que marca los pulsos tangueros en este concierto.

 

La novela El sombrero de tres picos (1874) de Pedro Antonio de Alarcón (1833 – 1891) presenta una trama en la que un ansioso funcionario de una municipalidad de Granada busca los favores sexuales de la molinera. Ella no lo tolera, pero su celoso marido cree consumado el hecho y reclama justicia. La molinera prueba su virtud y exige enmienda tanto de parte del abusador como de su celoso marido. Esto se prestó para que Manuel de Falla aprovechara los aspectos más jocosos de la trama y escribiera una música alegre y pulsante distinguida por citar aires populares del sur de España, tierra del compositor. El empresario ruso Serguei Diaghilev, el de los Ballets Russes que representó la Consagración de la Primavera de Stravinsky, solicitó a Falla que modificara su música sobre El sombrero para un ballet que llevó decorados y vestuario diseñados por Picasso. Unos años después de que ballet se estrenara en Londres y fuera llevado a París con éxito, Falla volvió a la obra para dejar dos suites instrumentales con lo que él consideró que podía adaptarse mejor a una pieza de concierto. Estas suites suelen ejecutarse sin pausa entre las partes y a veces con una interrupción entre la primera y segunda suite que, ocasionalmente, puede traer bailarines a escena para danzar los aires populares. Habrá quienes reconozcan, al final de la obra, una cita del Petrushka de Stravinsky.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co