OFB, Patrick Fournillier y Luis Martín Niño: obras de Atehortúa, Brahms y Prokofiev
Orquesta Filarmónica de Bogotá
Director: Patrick Fournillier, Francia
Solista: Luis Martín Niño, violín, Colombia
Viernes 6 y sábado 7 de mayo de 2016, Auditorio León de Greiff
Programa
Blas Atehortúa (Medellín, 1943)
Musica d‘Orchestra per Béla Bartók, Op 135 (1985)
I. Quasi improvvisata
II. Intermezzo
III. Cadenza
IV. In memoriam
V. Toccata
Johannes Brahms (Alemania, 1833 – Imperio Austrohúngaro, 1897)
Concierto para violín en re mayor, Op 77 (1878)
I. Allegro non troppo
II. Adagio
III. Allegro giocoso, ma non troppo vivace – Poco più presto
Intermedio
Serguei Prokofiev (Imperio Ruso, 1891 – Unión Soviética, 1953)
Sinfonía No. 5 en si bemol mayor, Op 100 (1944)
I. Andante
II. Allegro marcato
III. Adagio
IV. Allegro giocoso
Notas al programa
Tras la composición en 1981 de sus Cinco piezas a Béla Bartók para diez instrumentos de viento y siete percusiones, Op. 104, el maestro Blas Atehortúa recibió uno de los reconocimientos que más lo enorgullece: el gobierno y las instituciones culturales de Hungría le agradecieron por su labor de difusión de la música de Bartok, autor de obras que se volvieron un paradigma de la composición musical en occidente, especialmente en la segunda mitad del siglo XX. Como gesto de gratitud, el maestro Atehortúa compuso en 1985 su opus 135 que tituló en italiano. Es una obra conformada por cinco «cuadros, muy bartokianos dentro de un concepto muy personal», como anota el propio maestro Blas. La pieza ronda los quince minutos de duración y presenta elementos y características de la obra bartokiana para orquesta. Entre ellas, se evidencian el manejo pulsante del ritmo, su marcación por instrumentos de percusión o por secciones enteras de cuerdas o vientos. Entre los sellos distintivos de Atehortúa se hallan la claridad formal, la detallada distinción de cada ámbito sonoro, el contrapunto y la alternación entre secciones orquestales.
Brahms no llegó sino a los sesenta y cuatro años, murió más joven que Haydn (77), pero fue más longevo que sus antecesores Mozart (35) y Beethoven (56) y que varios miembros de la generación de los compositores románticos de la que Brahms hizo parte como Schubert (31), Schumann (46) o Chopin (39). Cuando Brahms tenía cuarenta y cinco años compuso el presente, su único concierto para violín. Como en el de Beethoven la tonalidad de la obra es re mayor, algo que va más allá de una simple coincidencia pues, como en tantas obras de Brahms, este compositor se medía según la talla artística de Beethoven. Como el compositor no era violinista y desconocía muchos de los recursos técnicos del instrumento, escribió la obra con asistencia de Joseph Joachim. Sin embargo, en su estreno a comienzos de 1879, la pieza impuso a Joachim retos técnicos que a duras penas logró sortear. La recepción de la obra fue buena en su estreno de Leipzig, pero cuando la llevaron a Viena poco más tarde, surgieron voces autorizadas que la juzgaron con dureza por sus dificultades para el solista, al igual que por algunos rasgos distintivos de su autor. Como lo han entendido los estudiosos, la obra de Brahms muestra el respeto por sus antecesores a través de la cita directa, muchas veces puesta en práctica frente a Beethoven, como prueba de haber comprendido bien la lección, para luego introducir elementos suyos que distorsionan lo que su público habría esperado como seguimiento fiel de su modelo. Así pues, este es el más exigente para el solista entre todos los conciertos del romanticismo.
Prokofiev tampoco superó los sesenta y cuatro años de edad y su muerte quedó opacada por la del supremo jefe soviético, Josef Stalin, ocurrida el mismo día. El compositor vivió en Nueva York y París desde 1918 hasta 1936, tras lo cual regresó a la patria como resultado de los contactos promovidos en la URSS en lo que pareció un acuerdo de condiciones favorables para el músico. El año siguiente, 1937, es recordado como el de la gran purga estalinista en la que numerosos escritores, artistas, políticos, líderes sociales y militares perecieron y tras ello, Stalin concentró el poder. Luego ocurrió el fugaz pacto de no agresión entre Stalin y Hitler y enseguida la URSS se encontró haciendo los mayores esfuerzos por enfrentar a los nazis a costa de numerosas pérdidas humanas. Cuando los eventos militares comenzaron a girar a favor de los soviéticos, se estrenó la Quinta de Prokofiev en lo que parecía como una coincidencia escénica. Según recuerda el pianista Sviatoslav Richter presente en la sala el 13 de enero de 1945, por esos días Moscú estaba pendiente de escuchar la descarga de salvas de artillería a las afueras de la ciudad como anuncio de que la ofensiva soviética final estaba comenzando. Justo después de que Prokofiev subió al podio, listo ya para dirigir la orquesta, se oyeron las salvas, entonces esperó a que terminaran de resonar los cañonazos y le dio entrada a la música. El compositor dirigió un programa que incluyó su Primera sinfonía y Pedro y el lobo. Todo esto repercutió favorablemente en la recepción de la obra, dotada de una emotividad que resultaba evidentemente optimista.
Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co