OFB, Joachim Gustaffson y Cristian Guerrero: obras de Brahms, Ibert y Sibelius

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

 

Director: Joachim Gustaffson, Suecia

Solista: Cristian Guerrero, flauta, Colombia

 

Viernes 19 y sábado 20 de agosto de 2016, Auditorio León de Greiff

 

 

Programa

 

Johannes Brahms (Alemania, 1833 – Austria, 1897)
Obertura del Festival Académico, Op. 80 (1880)

 

Jacques Ibert (Francia, 1890 – 1962)
Concierto para flauta (1932 – 1933)
I. Allegro
II. Andante
III. Allegro scherzando

 

Intermedio

 

Jean Sibelius (Finlandia, 1865 – 1957)
Sinfonía No. 3 en do mayor, Op. 52 (1906 – 1907)
I. Allegro moderato
III. Andantino con moto, quasi allegretto
III. Moderato – Allegro ma non tanto

 

 

Notas al programa

 

Cuando la universidad distingue las labores de alguien con un doctorado honorífico, el homenajeado debe responder con elocuencia ante dicho reconocimiento. Esto era lo que se esperaba de Brahms cuando la Universidad de Breslavia (Breslau, se llamaba en alemán en época de Brahms y Wrocłav en polaco, hoy en día) le hizo tal distinción. Tras enviar una nota de aceptación emocionada, recibió respuesta sugiriéndole que se pusiera a la altura con una composición. Brahms cumplió, sin someterse. La obra es una breve unidad que se ejecuta sin pausas y comienza con referencia a Berlioz. En efecto, en su Condenación de Fausto, Berlioz presenta al estudioso Fausto maravillado por la renovación de la vida cuando la primavera sucede al invierno, con los cantos mañaneros y las alusiones eróticas entre el coro de campesinos, seguidos de los soldados del Danubio que pasan a la distancia y cuya energía el sabio Fausto no logra captar. Para los soldados, Berlioz compuso una danza llamada húngara o de Rakóczy, que es la primera cita musical en la Obertura de Brahms, una referencia a la sabiduría de quien no comprende la vitalidad que le rodea. Enseguida se suceden las citas de varias canciones que eran habituales entre estudiantes universitarios, especialmente en tabernas y patios cerveceros:  Wir hatten gebauet ein stattliches Haus (Levantamos una sólida casa); Der Landesvater (Padre de nuestra tierra); Was komm dort von der Höh’ (Qué viene de lejos) también conocida como la Marcha del zorro; y, termina con el Gaudeamus igitur (Alegrémonos, pues) que constituía el himno de graduación de los universitarios. Aunque algunos académicos no lograron apreciar el sarcasmo en el humor del compositor, la obra fue bien recibida inmediatamente, tanto por su ironía, como por la buena conexión de todas las alusiones y su grandiosa orquestación. Fue estrenada bajo la dirección de Brahms.

 

El concierto para flauta de Ibert es una de las obras de su género interpretadas con más frecuencia, en particular desde cuando los flautistas desarrollan las destrezas técnicas necesarias para abordar el primer y tercer movimiento. Este concierto presenta algunas de las audacias armónicas de Ibert quien, por lo demás, era un compositor ecléctico que no se matriculó con ninguno de los movimientos vanguardistas de su tiempo, tomando de unos y otros con libertad de expresión. Aquí, cuidó una estructura formal que recuerda a los compositores del clasicismo. El tercer movimiento, justamente el que se roba la atención del público, es una de las piezas más habituales en los Conservatorios por sus demandas técnicas y expresivas, con acentos humorísticos y de jazz. Varios comentaristas recuerdan que, de joven, Ibert trabajó como músico en salas de cine mudo y encuentran en este movimiento remembranzas de ese oficio, al igual que de sus composiciones para el cine sonoro.

 

De la Tercera de Sibelius podría decirse que se trata del arte por el arte, o en este caso, música por la música, y vale aclarar que en este caso se trata de un cumplido. Sus dos sinfonías anteriores son marcadamente románticas y en Finlandia, fueron asumidas como condensación y expresión de los reclamos fineses por un estado independiente y separado de Rusia. La Tercera es breve, compacta y condensada y se estructura en una armadura formal que corresponde a las propuestas de los compositores del clasicismo, anteriores a los románticos. Los contemporáneos de Sibelius habían derivado del romanticismo un gusto por componer sinfonías enriquecidas por contextos literarios o históricos. En la Tercera, en cambio, no hay alusiones extra musicales. Esto sorprendió al público que esperaba otra elevada referencia programática tras sus anteriores sinfonías. También sacudió a Mahler, de paso por Helsinki en 1907, quien había estrenado recientemente su Octava o Sinfonía de los Mil. Mahler opinaba que una sinfonía debería ser un mundo capaz de abarcarlo todo, mientras que Sibelius le manifestó que lo importante era la severidad del estilo junto con una íntima conexión lógica entre todos sus motivos musicales. En su Tercera, Sibelius compactó la orquesta, empleando una instrumentación ajustada al mínimo indispensable. En fin, la Tercera es una obra en contravía del gusto de sus colegas y de numerosos comentaristas musicales.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co