OFB, Francisco Rettig y Evelyn Ramírez: sinfonía No. 3 de Gustav Mahler

 

Orquesta Filarmónica de Bogotá

 

Director: Francisco Rettig, Chile

Solista: Evelyn Ramírez, mezzosoprano, Chile

Coro Filarmónico Juvenil – Diana Carolina Cifuentes, directora

 

Viernes 23 de junio de 2017, Santuario Nuestra Señora del Carmen

Sábado 24 de junio de 2017, Auditorio León de Greiff

 

 

Programa

 

Gustav Mahler (Chequia, 1860-Austria, 1911)

Sinfonía Nº 3 (1893-1896)

  1. Kraftig. Entschieden – Con Forsa. Deciso
  2. Tempo di minuetto. Sehr massig
  3. Comodo. Scherzando. Ohne Hast
  4. Sehr langsam. Misterioso. Durchaus ppp. “O Mensch!”
  5. Lustig im Tempo und Keck im Ausdruck. “Es sungen Drei Engel”
  6. Langsam. Ruhevoll. Empfunden.

 

 

Notas al programa

 

En términos muy generales se da por válida la ecuación sala de conciertos=repertorio clásico. El musicólogo Richard Taruskin, editor de la Oxford History of Western Music (2010) analiza esta ecuación aproximadamente así: entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX la sinfonía ocupó un lugar destacado al pasar de ser música festiva entre la aristocracia a ser un acto consagratorio de celebración pública. En capitales como Viena, París y Londres, en los años anteriores a 1850, el 80% de la música que se tocaba en los conciertos provenía de compositores vivos. Luego, especialmente a partir de 1870, las obras de compositores vivos ocuparon apenas el 20% del repertorio y 80% eran obras de autores fallecidos. Los nuevos compositores tenían estímulos de sobra para emular a sus mayores fallecidos, puesto que la sala de conciertos se había convertido en un museo de las grandes creaciones, tal como se mantiene hasta nuestros días. Había aparecido la noción de la obra maestra y, al mismo tiempo, surgió la colección que se constituyó en repertorio y allí pertenecían, o pertenecen, las obras cuya calidad está garantizada porque han superado la prueba del tiempo. Entre 1850 y 1870 las sinfonías del pasado quedaron más firmemente confirmadas porque su competidora, la obra sinfónica programática abanderada por Liszt y los Nuevos alemanes, tomó el lugar de la sinfonía. Wagner declaró que luego de la Novena de Beethoven la música puramente instrumental se hizo obsoleta. Y los hechos parecían comprobarlo, pues las sinfonías compuestas en los decenios 1850 y 1860 fueron requisitos académicos para demostrar a los maestros del Conservatorio que los alumnos dominaban una técnica compositiva rigurosa y compleja, aunque fuera rígida y poco atractiva. En el Conservatorio de París, por ejemplo, componer una sinfonía fue un requisito de grado ineludible; pero satisfecha la exigencia, la pieza quedaba en el olvido.

 

Sin embargo, los acontecimientos sociales del decenio de 1870 transformaron la vida de la sociedad capitalista avanzada, particularmente europea y estadounidense, y produjeron la noción de la tradición clásica que permanece hasta nuestros días. En los grandes centros urbanos el aumento de la población con dinero excedente para destinar al entretenimiento tras la jornada de trabajo, representó una competencia para el teatro de ópera y propició el surgimiento de la sala de conciertos específicamente construida para este propósito y diseñada para comodidad del público con especiales consideraciones sobre la buena acústica. Los compositores del clasicismo como Haydn, Mozart y Beethoven, no se llamaron a sí mismos clásicos, pero a partir de 1850 se concibió que la música clásica es la que pertenece a la colección permanente. Pronto comenzaron a surgir salas de conciertos enormes. He aquí otra ecuación: gran capacidad=boletas asequibles=público masivo. Las temporadas de conciertos por suscripción pública para la serie completa se hicieron comunes. Los compositores tuvieron en las sinfonías compuestas antes de 1850 un patrón para guiarlos en la creación de nuevas obras sinfónicas. Debían escribir clásicos inmediatos, de elevada concepción artística y tentadores en su propuesta sensible, seriamente comprometidos en proyectar novedad en el uso de recursos compositivos dentro de unos valores sólidamente establecidos. Debían ser obras frescas y originales para que despertaran interés, estar concebidas conforme a la tradición para garantizar así su inclusión en el repertorio y ser composiciones de diseño intrincado que soportaran la prueba del tiempo. A partir del decenio de 1870 surgen los nuevos sinfonistas, especialmente en territorio germano. Los nombres de Brahms, Bruckner, Mahler y Richard Strauss ocupan un lugar prominente.

 

De las obras programáticas de Liszt y Berlioz proviene en buena medida la Nueva Escuela Germana con abundantes sinfonistas. Para el caso de la obertura El corsario, la historia de la composición de la obra deja ver que el trasfondo es literario, pero no queda claro el texto que informa a la pieza. Berlioz quiso hacer referencia al lugar que frecuentó en Niza mientras la compuso, luego, a la novela El corsario rojo de Fenimore Cooper y más adelante, ya con el título definitivo, a El corsario, narración en verso de Lord Byron.

 

Wagner, ese autor de óperas por excelencia, parecía ser el opuesto de Brahms y Bruckner, ninguno de los dos, autor de óperas. Pero Bruckner es considerado como el realizador del sinfonismo wagneriano. En la Séptima le rinde homenaje a Wagner, fallecido mientras la componía. En la Octava, su más extensa sinfonía, vuelve sobre el asunto wagneriano y lo hizo de nuevo en su última sinfonía, la Novena. Mahler, otro compositor que no escribió ópera, fue un tremendo autor de sinfonías, las más grandes de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Tan desmesuradas en su concepción que tardaron hasta el decenio de 1960 para comenzar a ser recibidas dentro del repertorio clásico de la sala de conciertos. Varias de las sinfonías de Mahler tienen soporte literario o extra musical o carácter programático y hacen uso de partes vocales solistas o corales. Richard Strauss, quien sí compuso óperas, también escribió música sinfónica, aunque siempre con referentes literarios o, en todo caso, extra musicales. El Schelomo de Bloch es una obra que no manifiesta proximidad alguna con las necesidades entonces prevalentes por reconstruir las bases de la música de tradición académica. Adicionalmente, la escogencia del tema judío lo orientó hacia una pieza de tipo concertante con destacada participación para el chelo solista. Aunque la obra no cita música tradicional judía, incorpora algunos elementos evocadores como la acentuación en el penúltimo o último compás, como ocurre en el idioma hebreo o el recuerdo del sonido de los cuernos de carnero que se emplean en la sinagoga en ciertas festividades destacadas. El más reciente de los compositores de este mes, John Williams, recurre al concierto para instrumento solista en su estructura más cómoda para la sala de conciertos, en tres movimientos con lucimiento para el solista y diálogo con el conjunto orquestal. El fuerte de Williams ha sido la composición para las películas de Spielberg, Guerra de las galaxias, Indiana Jones, Lista de Schindler, etc., así que domina una manera de componer directa, diáfana, agradable y descomplicada.

 

Bruckner, por motivos de su personalidad complicada, prefirió el trabajo de organista y director coral lejos del centro cultural, hasta cuando su buen nombre se lo hizo imposible. Este sinfonista wagneriano terminó viviendo en Viena donde fue maestro de armonía y contrapunto del Conservatorio, organista de la corte y compositor cuyas sinfonías se convirtieron en parámetros. La nueva ola de sinfonistas se extendió con la llegada de Mahler y Richard Strauss. Uno, proveniente de la periferia del decadente y moribundo Imperio Austro Húngaro, tuvo que abrirse camino entre los músicos hasta ascender a Viena y otras capitales europeas como director de orquesta y compositor de muy pocas, pero notablemente transformadoras sinfonías. El padre de Strauss, en cambio, era cornista y gozaba de una reputación internacional. El hijo, Richard, comenzó tempranamente a componer. Entre 1886, cuando contaba veintidós años y 1898, a los treinta y cuatro, compuso los poemas sinfónicos En Italia, Don Juan, Macbeth, Muerte y transfiguración – alusivo al compositor – Till Eulenspiegel, Zaratustra, Don Quijote y Una vida de héroe – con nueva referencia al compositor. La colaboración entre Strauss y Mahler fue frecuente, profunda y mutuamente alentadora. Ambos se disputaban la calificación de ser el mejor director de Europa, ejecutaron las sinfonías de Beethoven tras largos y detallados ensayos para no dejar escapar detalle alguno, hicieron montajes de ópera en los que no descuidaron ningún aspecto, desde el vestuario y la acción escénica hasta la interpretación de los personajes y la ejecución musical y, mutuamente, estrenaron o dirigieron sus obras. Mahler murió demasiado pronto y luego vinieron un generalizado antisemitismo y su expresión genocida, el nazismo. La música de Mahler fue suprimida y los esfuerzos de directores como Mitropoulos, Barbirolli, Walter y Bernstein por restablecer las sinfonías de Mahler dentro del repertorio solo comenzaron a dar resultado a partir de 1960. Para fines de ese decenio la película 2001: odisea del espacio, de Stanley Kubrick, había vuelto el inicio del Zaratustra de Strauss, un éxito pop. La música clásica que comenzó a distinguirse de la música popular en torno al decenio de 1850, confundía sus fronteras.

 

El concierto para piano de Ravel tiene calidades sonoras que lo ubican en otro lugar del repertorio, alejado de las influencias, los altercados y las características de lo que sucedió en el eje Berlín-Viena entre fines del siglo XIX y la primera mitad del XX. Su frescura es muy francesa y goza de una ligereza que lo aleja de las exploraciones armónicas de aquel momento. Desde el inicio del primer movimiento hay varios instantes que apuntan al entramado rítmico de Stravinsky, seguido de la influencia española que Ravel siempre quiso dejar patente y de la rítmica y los acordes del blues que recuerdan a Gershwin. Ravel quiso interpretar el piano en el estreno del concierto y para ello se ejercitó con obras de Liszt para lograrlo. Pero la parte del solista le resultó demasiado exigente y debió solicitarle a Marguerite Long que se encargara. Tras dos meses de estudio y con la dirección de Ravel, el estreno fue un éxito inmediato al que le siguió una gira de conciertos que ambos emprendieron. Escuchar este concierto interpretado por el ganador del primer concurso Marguerite Long, es un privilegio y quizás una confirmación adicional de la pervivencia del repertorio.

 

Gustav Mahler
Tercera Sinfonía
IV movimiento. Contralto
De Así habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche

Canto de medianoche

O Mensch! Gib Acht!
Was spricht die tiefe Mitternacht?
“Ich schlief, ich schlief!
Aus tiefem Traum bin ich erwacht!
Die Welt ist tief
Und tiefer, als der Tag gedacht.
Tief ist ihr Weh!
Lust — tiefer noch als Herzeleid!
Weh spricht: Vergeh!
Doch alle Lust will Ewigkeit—
Will tiefe, tiefe Ewigkeit!”
¡Oh hombre! ¡Pon atención!
¿Qué dice profunda medianoche?
¡Yo dormía, yo dormía!
¡De un sueño profundo fui despertado!
¡El mundo es profundo
y más profundo de lo que cree el día!
¡Profundo es su dolor!
¡La alegría es más profunda que el dolor del corazón!
El dolor dice: ¡Vete!
¡Toda alegría quiere eternidad
¡Quiere profunda, profunda eternidad!

 

V movimiento. Coro femenino e infantil. Contralto sola.
De Des knaben Wunderhorn (El maravilloso cuerno de la juventud)
compilación de Clemens Bretano y Achim von Arnim

Tres ángeles cantaban

(Bim, bam)

Es sungen drei Engel einen süßen Gesang,
Mit Freuden es selig in dem Himmel klang:
Sie jauchzten fröhlich auch dabei,
daß Petrus sei von Sünden frei.

Und als der Herr Jesus zu Tische saß,
Mit seinen zwölf Jüngern das Abendmahl aß,
Da sprach der Herr Jesus: “Was stehst du denn hier!
Wenn ich dich anseh, so weinest du mir!”

“Und sollt’ ich nicht weinen, du gütiger Gott,
Ich hab übertreten die zehn Gebot;
Ich gehe und weine ja bitterlich,
Ach komm und erbarme dich über mich!”

“Hast du denn übertreten die zehen Gebot,
So fall auf die Knie und bete zu Gott,
Liebe nur Gott in alle Zeit,
So wirst du erlangen die himmlische Freud!”
Die himmlische Freud ist eine selige Stadt;
Die himmlische Freud, die kein Ende mehr hat.
Die himmlische Freude war Petro bereit’t
Durch Jesum und allen zur Seligkeit.

 

(Bim, bam)

Cantaban tres ángeles una dulce canción
Que hacía resonar de alegría al cielo:
se regocijaban en su alegría
porque San Pedro estaba libre de pecado.

Y mientras el Señor Jesús se sentaba a la mesa
Con sus doce discípulos para la cena,
Habló el Señor Jesús: “¿Por qué te paras ahí?
Cuando te miro, lloras”

¿Acaso no debo llorar bondadoso Señor?
He quebrantado los diez mandamientos.
Sigo mi camino y lloro amargamente.
¡Ah, ven y ten misericordia de mí!

¿Has quebrantado los diez mandamientos?
Ponte de rodillas y ruega a Dios,

Ama sólo a Dios en todo momento,
Así alcanzarás la dicha celestial.
La felicidad celestial es una dichosa ciudad.
La felicidad celestial no tiene fin.

La felicidad celestial fue a Pedro concedida por Jesús a Pedro y a todos, para
eterna felicidad.

Versión en español de Ricardo Rozental

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co