OFB, Fabio Mechetti y Mira Wang: obras de Barber, de Falla y Bartók
Orquesta Filarmónica de Bogotá
Director: Fabio Mechetti, Brasil
Solista: Mira Wang, violín, China
Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo
Viernes 28 de junio de 2019, 20:00
Manuel de Falla (España, 1876 – Argentina, 1946)
El sombrero de tres picos, suite No. 1, IMF 16, (1919)
1. Introducción
2. La tarde
3. Danza de la molinera (fandango)
4. El corregidor
5. La molinera
5. Las uvas
Samuel Barber (Estados Unidos, 1910-1981)
Concierto para violín (1939)
I. Allegro
II. Andante
III. Presto in moto perpetuo
Bela Bartók (Rumania, 1881 – Estados Unidos, 1945)
El mandarín maravilloso, Op. 19, Sz 73 (1918-24)
1. Inicio — Sube el telón
2. Primer juego de seducción
3. Segundo juego de seducción
4. Tercer juego de seducción – entra el mandarín
5. Danza de la Muchacha
6. El asedio – los hampones asaltan
7. De repente, aparece la cabeza del Mandarín
8. El mandarin cae al suelo
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Manuel de Falla llevaba una temporada viviendo en París en donde conoció a Gregorio Martínez Sierra quien había montado una compañía escénica. Falla se encontraba en Madrid en 1916 cuando se presentó la compañía de los Ballets Russes de Diaghliev con obras de Stravinsky. Falla trabajaba en la música de la farsa mímica El corregidor y la molinera con libreto de Martínez Sierra sobre la novelita de Pedro Antonio de Alarcón. Esta pantomima se estrenó en 1917 en Madrid y en 1919 en Londres con los Ballets Russes, coreografía de Léonide Massine, decorados de Pablo Picasso y la dirección de Ernest Ansermet, ahora con el título de El sombrero de tres picos que alude al de la Guardia Civil española, o en todo caso a la autoridad, y señala el tema de amoríos con tres aristas: en un molino viven el feo molinero y su bella esposa la molinera quienes se adoran. El corregidor nota los atractivos de ella y urde una trampa nocturna para satisfacer su lascivia. El molinero busca vengar la ofensa y en medio de situaciones pícaras todo se aclara. Es evidente la alusión a la música de tradición popular del sur de España.
El concierto para violín de Samuel Barber nació como un encargo del acaudalado fabricante de jabón en barra Samuel Fels, propietario de un negocio familiar de grandes proporciones que producía el equivalente del jabón Rey y, como este, afamado por limpiar bien y por tener numerosas otras aplicaciones como en el tratamiento de afecciones de la piel e irritaciones tales como las causadas por la hiedra venenosa. Fels hacía parte de las directivas del Curtis Institute de Filadelfia en el que Barber se formó como uno de sus primeros alumnos. Fels quiso premiar a su hijo, estudiante de violín en Curtis, con un concierto a la altura de sus capacidades y se lo encargó a Barber quien se encontraba en Europa, justo cuando estalló la Segunda Guerra, adelantando la comisión. Esto retrasó el avance de la obra por la dificultad de enfrentar las restricciones de movimiento y las tensiones hasta llegar a Estados Unidos. La obra no la tocó Fels porque fue, tal vez demasiado celosamente aconsejado, por un violinista que encontró a la composición insuficientemente lucida para el solista y con un contraste demasiado fuerte entre el lirismo de sabor romántico de los primeros dos movimientos frente a la angulosidad del breve tercero que usa algunas disonancias en un movimiento perpetuo que reitera el material con mínimas alteraciones. No obstante, el concierto se estrenó en 1941 y de inmediato ingresó en el repertorio de su país para el placer de los máximos directores, orquestas y solistas entre quienes han estado Toscanini, Ormandy, Bernstein, la Orquesta de Cleveland, la Filarmónica de Nueva York y la de Filadelfia, Hilary Hahn, Isaac Stern, Anne Akiko Meyers o Joshua Bell, entre otros.
El estreno del Mandarín maravilloso de Bartók en Colonia a fines de 1926 produjo una reacción moralista que exigió la cancelación del ballet. Era una época indispensable para el cabaret musical en toda Europa que acogía diversas formas de crítica social y política junto con música nutrida por corrientes populares como el jazz o la canción popular. Era el momento del ascenso del fascismo y de algunas de sus formas más drásticas como el nazismo. El ballet trataba de un negocio en el que unos hampones atraían a sus víctimas mediante los encantos de una mujer para robarles; la suite orquestal, desprovista de acción escénica, ofrece una composición potentísima plena de extraordinarios recursos técnicos peculiares de cada instrumento, extravagantes en su significativo empleo y coherentes con una concepción de la música con la complejidad que Bartók creyó, sin equivocarse, que el público necesitaba escuchar.
Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.filarmonicabogota.gov.co