Nancy Herrera y Mac McLure: canciones con espíritu de cabaret en francés y español
Nancy Herrera, mezzosoprano, España
Mac McLure, piano, Estados Unidos
Teatro Estudio
Viernes 22 de julio de 2016, 20:00
Cabaret
Oscar Straus (Austria, 1870 – 1954)
Je ne suis pas ce que l’on pense (1935)
Erik Satie (Francia, 1866 – 1925)
Je te veux (1902)
Gymnopedie No. 1 (1888) (instrumental)
Kurt Weill (Alemania, 1900 – EEUU, 1950)
My Ship (1941)
Youkali (1935)
September Song (1938)
Edith Piaf (Francia, 1915 – 1963)
La Vie en rose (1945)
Francis Poulenc (Francia, 1899 – 1963)
Improvisación No. 15 en do menor, FP 176 Homenaje a Edith Piaf (1959) (instrumental)
Les chemins de l’amour, FP-la (1940)
Ernesto Lecuona (Cuba, 1995 – España, 1963)
Dame de tus rosas (1956)
Siboney (1929)
Joaquín Zamacois Soler (Chile, 1894 – España, 1976)
¡Soltera, no! (1919)
La tiple ligera (1932)
Popular
Astor Piazzolla (Argentina, 1921 – 1992)
Milonga carrieguera (1968)
Balada para un loco (1969)
La propuesta de esta noche está dividida en dos partes. La primera, recoge el espíritu de libertad, picardía y sorna que caracterizó al cabaret francés y sus variantes germana y estadounidense, mientras la segunda parte se acoge al espíritu del género de cabaret con piezas en español. Un momento de apertura se aprovechó en París en 1881 con la apertura del Chat Noire, un local donde se cantaba con brutal honestidad sobre asuntos eróticos, se hacían burlas a las costumbres burguesas y se despellejaba la hipocresía de los políticos. Acompañaba un piano o una pequeña orquesta, con música progresivamente influida por los sonidos erotizados del jazz. La parte musical de las composiciones, abierta a la improvisación, estaba bien armada según los patrones de la academia musical, pero se acercaba al gusto callejero. Los textos, por su parte, rompían con el decoro rígido de la poesía de estética elevada y la técnica vocal se apartaba de las demandas de la sala de ópera para acoplarse al desinhibido antro nocturno. Pero su momento terminó cuando el fascismo y el nazismo asediaron las manifestaciones de expresión libre, acusando de inmoral y perniciosa la actividad del cabaret, señalando la preponderancia del elemento judío. Pero el estilo quedó y tras el fin de la Segunda Guerra, voces como la de Edith Piaf afianzaron la chanson française, con su aire precursor de la canción protesta que llegó hasta los acontecimientos parisinos de mayo del 68.
Del judío austriaco Oscar Straus es la opereta Tres valses, que presenta tres períodos contrastados en la vida de sus protagonistas. La canción Yo no soy lo que se piensa pertenece al momento en que la atractiva actriz se ha transformado por virtud del nuevo arte del cine.
Erik Satie fue compositor de importantes y numerosas piezas breves para piano, dotadas de un aire fresco e improvisatorio como correspondió a su oficio de pianista nocturno en el Chat Noir tras culminar sus estudios en el Conservatorio. A su libidinosa Te deseo le sigue una de sus conocidas gimnopedias, palabra que usó el compositor alguna vez que le preguntaron por su oficio y contestó que era gimnopedista, expresión que combina la desnudez (gymnos en griego) con la niñez (paidós en griego).
El compositor judío Kurt Weill, autor de la música para La ópera de tres centavos de Bertolt Brecht, entre otras, salvó su vida ante las amenazas nazis emigrando a Estados Unidos donde le dio nuevo impulso a la comedia musical de la avenida Broadway en Nueva York. Provenientes de la obra Marie Galante, aquí están Mi barco y Yukali, la isla inexistente donde la felicidad existe. Luego, la Canción de septiembre, con su carácter agridulce por la analogía con las estaciones y el otoño en la vida de los jugadores al amor.
De Edith Piaf, pequeñísima mujer de voz peculiar y bella en su brusquedad es La vida en rosa, registrada a nombre de ella, aunque letra y música hubieran tenido otros autores de entre el círculo más cercano a Piaf, con quien la canción se identifica como una unidad.
El prolífico y serio compositor Francis Poulenc escribió en varios períodos unos homenajes a personas célebres de importancia para la historia. Su último homenaje está dedicado a la Piaf. Luego sigue Los caminos del amor, canción que Poulenc dedicó a la cantante de cabaret Yvonne Printemps, quien interpretó muchas veces la primera pieza del programa. Esta melodía proviene de la opereta Leocadia que la Printemps estrenó y luego dejó grabada.
Comienza la segunda parte del programa con dos obras de Lecuona. La primera, Dame de tus rosas, es un bolero-beguine, menos conocido que otras obras de su autor, pero que en la extensa carrera del barítono colombiano Carlos Julio Ramírez, ocupó un lugar destacado de su repertorio. La segunda es la famosísima Siboney, canto de añoranza y nostalgia por la Cuba natal de la que Lecuona se hallaba lejano.
Joaquín Zamacois vivió casi toda su vida en España. Aunque en su momento fue un autor de canciones bien conocido, hoy se le recuerda más por sus obras de teoría musical. En las dos piezas del programa, una joven frívola es objeto de burlas. Mientras la primera es estratega para evitar la soltería, la segunda es una cantante de voz delgada y de actitud bastante leve, lo que la hace doblemente ligera.
Luego de una selección de boleros, el programa concluye con dos obras de Piazzolla con letra del uruguayo Horacio Ferrer. La Milonga carrieguera hace parte de la operita, según le gustaba llamarla a Piazzolla, María de Buenos Aires. En un tono que evoca la poesía urbana de Evaristo Carriego, dos personajes, María cuando era niña y el Porteño Gorrión con Sueño, se intercalan para contar las inclinaciones de ella y su futuro marcado desde la niñez. La Balada para un loco tiene una distintiva emoción porteña y reclama destreza de sus intérpretes que deben presentar recitación, canto y el grito de un loco lúcido.
Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org