Jeff Bradetich y Sergei Sichkov: obras para contrabajo y piano de Piazzolla, Werner Henze, Rachmaninov, entre otros

 

 

 

Jeff Bradetich, contrabajo, Estados Unidos
Sergei Sichkov, piano, Rusia

 

Teatro Estudio

Martes 9 de septiembre de 2014, 20:00

 

 

Astor Piazzolla (Argentina, 1921-1992)

Contrabajeando (1953)

 

Heinz Werner Henze (Alemania, 1926-2012)

Serenade para contrabajo solo (1949)

I. Adagio rubato

II. Un poco allegretto

III. Pastorale

IV. Andante con moto, rubato

V. Vivace

VI. Tango

VII. Allegro marziale

VIII. Allegretto

IX. Menuett

 

Serge Koussevitzky (Rusia, 1874 – Estados Unidos, 1951)

Chanson Triste Op. 2 (1906)

Valse Miniature Op. 1, No. 2 (1907)

 

Frank Proto (Estados Unidos, 1941)

Nueve variantes sobre  Paganini (2002)

 

Giovanni Bottesini (Italia, 1821-1889)

Elegia en Re

 

Sergei Rachmaninoff (Rusia, 1873 – Estados Unidos,1943)

Andante de la sonata para chelo Op. 19

 

Manuel de Falla (España, 1876 – Argentina, 1946)

Nana de las  Siete canciones populares españolas

 

Andrés Martín (Argentina, 1981)

Concierto para contrabajo y orquesta (2013)

I. Tangueramente

II. Nocturno

III. Allegro obsesivo

 

Los instrumentos de arco en una orquesta sinfónica se antojan como variaciones de tamaño sobre una misma concepción. Parecería que la base fuera el violín que crece hasta la viola, sigue hacia el chelo que se apoya sobre una pica de metal y termina en el contrabajo que tiene un corto pie de madera y ronda 1.80 metros de estatura, lo que obliga a tocarlo de pie o apoyado sobre un butaco alto. Pero los tres primeros instrumentos se afinan en quintas mientras que el contrabajo, generalmente, se afina en cuartas. Como podrá suponerse, en un instrumento de dimensiones tan extraordinarias, esta y otras muchas diferencias caracterizan la historia, el origen, las variaciones y sus múltiples usos. El sonido del contrabajo es más apagado que el del resto de los instrumentos de arco y produce un volumen sonoro discreto. Habitualmente se distinguen la afinación corriente para tocar el contrabajo en orquesta que requiere cuerdas para una tensión ligera y la afinación para solista clásico, que es un tono por encima de la anterior y demanda cuerdas capaces de soportar mayor tensión.

El contrabajo podría ser un miembro de la familia del violín con numerosos ajustes y adaptaciones, según parecen probar algunos estudiosos, o tal vez un descendiente de los instrumentos de la familia de las violas que se usaron corrientemente en la música del renacimiento y el barroco. Su uso fue en aumento desde los tiempos de Haydn en el siglo XVIII hasta Mahler a comienzos del XX. Con la sobresaliente excepción de un virtuoso del contrabajo, el compositor Bottesini del siglo XIX, podría decirse que la segunda mitad del siglo XX fue la que otorgó realce al instrumento, amplió el repertorio, las demandas técnicas y sus posibilidades sonoras. Esto es cierto particularmente para la aplicación del instrumento dentro de la orquesta sinfónica al exigirle afinaciones específicas para determinadas obras o una mayor amplitud en la producción de armónicos y con más razón en las composiciones solistas para contrabajo. Ahora, no por obvia, se puede pasar por alto la participación del instrumento en el entorno del jazz y del tango, donde tiene un papel fundamental.

Así comienza este programa, con una obra que los tangueros reconocen como escrita por dos grandes del género: Piazzolla y Aníbal Troilo, en homenaje y reconocimiento al contrabajista de la orquesta de Troilo y compañero de quinteto de tango de Piazzola, Enrique “Kicho” Díaz. Contrabajeando es una pieza del período en que Piazzolla comenzó a centrar su atención en elementos de composición externos al tango pero contiene muchos ingredientes del género que dominó Troilo en su orquesta y en su práctica ejemplar del bandoneón. Se trata de uno de los más sobresalientes clásicos del repertorio de concierto para contrabajo. La pieza fue concebida originalmente para quinteto de tango pero existen ediciones para cuarteto y, como en el presente programa, contrabajo y piano, responsabilidad de Jeff Bradetich.

Promediando el siglo XX el compositor alemán Henze, activo luchador contra el fascismo al que vio arrasar con mucha gente, incluido su padre, escribió esta preciosa serenata para contrabajo solista en nueve movimientos breves que presenta tanto elevadas demandas técnicas para el instrumentista, como rasgos de expresión y emoción que albergan la individualidad del compositor y su ejecutante. Cuesta un poco, después de Contrabajeando, reconocer un tango en el movimiento de este nombre. Por lo demás, la obra es clara y concisa.

Koussevitsky fue el gran campeón del contrabajo del siglo XX como intérprete, compositor, investigador, editor musical, contrabajista en la Sinfónica de Boston y como historiador de la música contemporánea. La primera breve pieza, la dedicó al contrabajista Leonid Maximoff y domina la tonalidad de Mi menor. La segunda, en Sol mayor, hace parte de las Dos piezas Op 1, la primera de las cuales es un Andante, seguido de este Petite Valse.

El contrabajista y muy prolífico compositor para el instrumento, Frank Proto, miembro durante largos años de la Sinfónica de Cincinnati, es uno de los más destacados ejecutantes del instrumento en el mundo. Maestro de muchos de quienes se dedican al contrabajo, ha contribuido, además, con piezas tan importantes como un concierto para contrabajo y orquesta. Las Variantes (Proto escogió en el título la palabra Variants en cambio de Variations) están dedicadas a otro virtuoso, Francois Rabbath y abren con música que trae a la memoria la de Gershwin y tarda en proponer la melodía de Paganini presente en su Capriccio Op. 24 para violín. Luego, cada una de las variantes explora riquezas sonoras y de expresión de gran belleza y que no tratan de manera obvia el tema de Paganini. Este tema vuelve a reconocerse con claridad después de que el piano ha tenido pasajes en solo al mismo nivel del contrabajo y concluye con una cadenza improvisatoria para el contrabajo.

La Elegía de Bottesini es una pieza obligada para los virtuosos del instrumento, un ejemplo único de composición para contrabajo hacia el último tercio del siglo XIX. Estudios juiciosos apuntan a que en la Elegía se hacen presentes recursos como los de las arias de las óperas de Bellini. En contraste, está el tercer movimiento, el más sólido de todos gracias a su importante desarrollo melódico, tomado de la sonata para chelo de Rachmaninoff. En la canción de cuna de Falla, originalmente compuesta para piano y voz y que la cantante Teresa Berganza divulgó por todo el mundo a lo largo de su extensa carrera, el contrabajo hace sus veces y el reto para los contrabajistas está puesto en la capacidad de hacer una ejecución lírica. Y al cierre, una composición del bonaerense que ahora reside en México, Andrés Martín. Este compositor ocupa una plaza de contrabajista en la Orquesta de Baja California y es el arreglista e instrumentista en el grupo Cuatro para tango.

 

Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org