Concierto 26 – Cuarteto Szymanowski: cuartetos K 421/417b y K 465
Segunda edición del Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá
Bogotá es Mozart, 1 al 4 de abril de 2015
15 escenarios en 10 localidades de la ciudad
63 conciertos, más de 500 artistas y 44.000 asistentes
Concierto No. 26
Auditorio Fabio Lozano
Viernes 3 de abril de 2015, 11:00
Cuarteto Szymanowski, Polonia
Divertimento en Re mayor, K 136/125a (1772)
- Allegro
- Andante
III. Presto
Cuartetos de cuerdas Nos. 15 en Re menor, K 421/417b (1783)
I. Allegro moderato
II. Andante
III. Menuetto and Trio. Allegretto
IV. Allegretto ma non troppo
Cuarteto de cuerdas No. 19 en Do mayor, K465 (1785)
I. Adagio-Allegro
II. Andante cantabile
III. Menuetto. Allegro
IV. Allegro molto
Para 1782, cuando Mozart contaba 26 años de edad, ya había compuesto trece obras que el catalogador Köchel había numerado en la lista cronológica de cuartetos de cuerdas. Al contrario de lo ocurrido en otros géneros, Mozart no abordó desde muy temprano la escritura para esta conformación, pues su primera pieza data de 1770, a sus 14 años, que es una edad muy temprana pero no para Mozart cuyas primeras piezas vienen de cuando tenía 6 años, si es que no damos crédito a las indicaciones de que a los 4 años ya componía. Muchas obras de cámara, es decir, piezas para pequeños recintos, con espacio reducido para el número de intérpretes y consecuentemente con un carácter íntimo, que se escribieron durante el clasicismo y en los estilos llamados preclásicos que sucedieron al barroco, podían igualmente tocarse por orquestas de cuerdas. De esta suerte, si a la estructura básica de un cuarteto de cuerdas o de un quinteto, se le agregaban más instrumentos de cuerda porque el espacio, la situación social o el programa musical lo exigían, un divertimento para cuarteto de cuerdas como el K 136, podía convertirse, simplemente multiplicando las partes para cada uno de los instrumentos, en una obra para orquesta de cuerdas, sin necesidad de recurrir a arreglo o versiones nuevas. Esta es la característica del K 136, vivaz y ágil que comienza casi como si se tratara de una obertura de ópera y mantiene un espíritu cantable y dialogante en toda la pieza. En su versión para cuarteto de cuerdas, la rapidez, agilidad y nerviosismo del tercer movimiento, junto con su alegre contrapunto se mueven con mucha soltura.
En su momento, Joseph Haydn, quien podía ser tenido por el compositor más destacado de Europa, al servicio de la familia húngara de los Estherhazy y residente en sus palacios y mansiones del imperio austro-húngaro, se destacaba ya como un resuelto y famoso compositor de cuartetos de cuerdas. Llegaría a componer sesenta y cuatro de estas obras y ejerció sobre Mozart una poderosa influencia que, sin duda, tuvo que haberse manifestado tanto por las piezas que escribió como por las oportunidades en que ambos compositores se sentaron lado a lado para tocar piezas juntos. Pero como Haydn fue un buen amigo de Mozart y admiró su música, no tuvo inconveniente en reconocer en su joven colega la novedad de ciertas propuestas y la eficacia de algunos procedimientos que el viejo supo incorporar en sus cuartetos posteriores a los de su opus 33, compuestos entre el verano y el otoño de 1781. Estas obras despertaron un enorme interés en Mozart quien, según los biógrafos, recibió el impulso decisivo para transformar su manera de abordar el género. En testimonio de amistad, Mozart compuso un grupo de seis cuartetos de cuerdas, práctica que era común desde el barroco como ocurrió con los barndemburgueses de Bach o los concierti grossi de varios opus de Handel sólo para mencionar ejemplos elocuentes. Desde este momento y hasta completar veinticuatro cuartetos de cuerdas el año antes de la muerte de Mozart, la mutua influencia, aporte e incorporación entre este y Haydn, no cesó. Cada uno de los seis cuartetos dedicados a Haydn goza de rasgos distintivos y es un modelo que, de Haydn y Beethoven a Schubert, Schoenberg, Bartók y Carter, marcó parámetros definitivos en el género.
El cuarteto K 421, segundo en el grupo dedicado a Haydn, es una de las pocas obras escritas en tonalidad menor, con su característico sonido apaciguado y tristón. Es el único de los cuartetos de madurez de Mozart escrito el esta tonalidad y para acentuar el tipo de emocionalidad asociado con ella, los tiempos en todos los movimientos, incluyendo los alegros, están matizados con las indicaciones de moderado y no tanto. Incluso el minueto, reconocido en su época como un baile cortesano y elegante, posee este sello de concentración emocional. Toda la obra está marcada por una pulsión rítmica que soporta este peso sentimental y hace recordar permanentemente que de comienzo a fin hay un elemento unificador que es el de la tristeza.
Si pudiera decirse que en grupo de cuartetos a Haydn hay uno que con el tiempo se ha destacado como el más reconocido, es el que K 465 con el que se cierra ese ciclo. El comienzo de la obra nos pone de inmediato en el terreno de la emociones contenidas pero Mozart no quiso permanecer allí más que para el arranque que vira súbitamente hacia el verdadero carácter que domina toda la pieza. Elementos esenciales del estilo clásico como la interdependencia entre ritmo, motivo musical, melodía y estructura de forma sonata como generadores uno de otro, se encuentran muy bien articulados en el primer movimiento que ofrece un amplio diálogo instrumental entre cuatro personajes sonoros bien caracterizados y distinguidos. El segundo movimiento, el andante cantabile es menos dialogante y ofrece mayor paridad a los instrumentos, aunque aprovecha los extremos de registro entre violín y chelo para crear y mantener tensión. El minueto y su trío del tercer movimiento propone un motivo del que se deriva la melodía que Mozart aprovecha para desarrollar casi como planteando el dramatismo teatral de la forma sonata. En el alegro del movimiento final se suceden un rondó con su característico estribillo recurrente y sus episodios alternantes, para entrar luego en un tema con sus variaciones. Todo el movimiento apunta a una manera peculiar de esbozar la forma de una sonata, salpicada de un contrapunto instrumental poderoso.
Cuarteto Szymanowski (Polonia)
El cuarteto está conformado por los violinistas Andrej Bielow y Grzegorz Kotow, el violista Vladimir Mykitka y el chelista Marcin Sieniawski. Los cuatro estudiaron música de cámara en el Conservatorio de Música y Teatro de Hanover con Hatto Beyerle quien además fue su mentor. Para profundizar su formación, el cuarteto ha trabajado regularmente con los violinistas e instructores Isaac Stern y Walter Levin y con los cuartetos Amadeus, Emerson, Juilliard y Guarneri. Desde 2000, el Szymanowski es el cuarteto residente en la escuela de Hanover.
El Cuarteto consiguió el Premio Vittorio Gui de Florencia, así como el In Memoriam Dimitri Shostakovich de Hanover. En 1999 ganó el segundo premio en los Concursos Internacionales de Música de Cámara de Osaka y de Melbourne, y en ambos recibió el premio del público. Entre los numerosos galardones recibidos, este conjunto fue merecedor del Premio Szymanowski, otorgado por la Fundación Karol Szymanowski de Varsovia, que por primera vez en su historia fue concedido a un cuarteto de cuerdas. Varias grabaciones registran la versatilidad del conjunto, entre ellas se destacan las realizadas por la BBC en distintas temporadas y las de los sellos Hyperion y Avie. Además de tocar el repertorio clásico y romántico, el cuarteto tiene preferencia por obras de compositores contemporáneos y algunos de ellos le han dedicado composiciones. Entre estos autores figuran Magnus Lindberg, Elena Kats-Chernin, Philip Cashian, Thomas Larcher y Andrew Toovey. Entre sus grabaciones recientes se encuentran el CD con obras de Haydn, Bacewicz y Dvorák para Avie y un CD titulado Pure Desmond que se presenta como crossover entre jazz y música clásica.
Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org