Concierto 17 – Wiener Brahms Trio y Julian Rachlin: K 564 y K 493
Segunda edición del Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá
Bogotá es Mozart, 1 al 4 de abril de 2015
15 escenarios en 10 localidades de la ciudad
63 conciertos, más de 500 artistas y 44.000 asistentes
Concierto No. 17
Teatro Estudio
Jueves 2 de abril de 2015, 16:00
Wiener Brahms Trío, Austria
Julian Rachlin, violín, Lituania
Trío No. 6 para violín, chelo y piano en Sol mayor, K 564 (1788)
I. Allegro
II. Tema con seis variaciones. Andante
III. Allegretto
Cuarteto No. 2 para violín, viola, chelo y piano en Mi bemol mayor, K 493 (1785)
I. Allegro
II. Larghetto
III. Allegretto
La corta vida de Mozart, señalan los comentaristas, coincide casi con exactitud con el tiempo que le tomó al piano entrar en el entorno musical para pasar de ser una novedad hasta encontrar que los compositores comprendieron al nuevo instrumento y desarrollaron composiciones apropiadas a sus posibilidades. Ya se sabe que antes de Mozart se habían construido y hecho sonar pianos y que después de su muerte todavía se le hicieron modificaciones a la construcción y por consiguiente a la sonoridad del piano, pero a Mozart le tocó un papel fundamental en esa historia. Esto resalta en el campo de la música de cámara en la que las obras tenían por destinatarios a los aficionados que se entretenían en las habitaciones destinadas a hacer música. Lugares en los que el novedoso piano lucía cada vez más como el mueble musical por excelencia y desplazaba al chémbalo. Otra implicación de este desarrollo apunta a que los compositores y maestro de música tenían un número creciente de alumnas entre las esposas e hijas de hombres prominentes de la aristocracia y pronto entre los burgueses. Aquí se cimentó esa idea de que el piano le lucía a las mujeres en casa y que las mujeres lucían sus encantos frente al piano, de puertas para adentro. El historiador y pianista Charles Rosen sugiere entonces que los compositores que consolidaron el estilo clásico, al concebir sus piezas para piano y otros instrumentos debían tener la buena consideración de mercado de juzgar las destrezas de sus destinatarias para que la obra se ajustara a sus capacidades técnicas y a una fácil presentación social en recinto privado. En este entorno, el editor musical Hoffmeister le encargó a Mozart en 1785 una serie de cuartetos con piano (más violín, viola y chelo). El compositor le entregó, para comenzar a satisfacer el encargo, el cuarteto K 478 que el empresario consideró demasiado difícil de interpretar, vale decir, siguiendo a Rosen, que consideraba que la pieza era excesivamente exigente para las mujeres que serían sus compradoras. Pensando que Mozart no sería capaz de ingeniar nada más sencillo, como por ejemplo y siguiendo la práctica vieja, una obra fácil y elemental para piano con una especie de relleno para instrumentos de arco, prefirió perdonarle al compositor el resto de su compromiso. Poco le importó al compositor quien de todas maneras escribió la obra. Tampoco le importó entrar en consideraciones sobre la destreza de sus destinatarias y hizo más fácil la parte del piano en su siguiente cuarteto K 493. Analistas recientes anotan que el carácter híbrido de este tipo de cuartetos con piano, en cambio de ser un defecto, es un rasgo sobresaliente del que hay que estar al tanto para disfrutarlo, pues por una parte contempla relaciones entre los instrumentos derivadas de la intimidad de la música de cámara, en donde el piano y las cuerdas se desempeñan a la par, a manera de una conversación; seguidas de momentos en los que los instrumentos adquieren un papel caracterizado dramáticamente, como en el teatro, en donde el piano mantiene un diálogo escénico con algo de brillantez técnica y sonora, frente a las cuerdas, muy por el estilo de los conciertos para instrumento solista y orquesta. Este ir y venir entre una y otra posibilidad de relaciones a lo largo de la obra, realza el trabajo de Mozart por concebir un nuevo género para un instrumento novedoso.
A partir de los tríos de Mozart para violín, chelo y piano este conjunto de instrumentos encontró una literatura musical que saca el mejor provecho de esa conformación. Si bien Haydn dejó un número considerable de estos tríos, lo cierto es que el piano puede remplazarse con un chémbalo, el chelo con una viola y el violín, con un oboe, en cualquier combinación de ellos y no por eso la obra desmerece. Desde los tríos de Mozart este intercambio ya no es concebible pues la sonoridad de cada instrumento está diseñada en función de los demás. Por este aporte Beethoven pudo dar el paso siguiente y Brahms el suyo y así hasta Ravel y nuestro siglo. Dicen los entendidos que en este trío, si Mozart sólo hubiera escrito el tema con sus variaciones del segundo movimiento, ya habría hecho un aporte suficiente. Habría que agregar que los otros dos movimientos muestran que ese movimiento es una parte realzada en un todo aun más rico.
Wiener Brahms Trio (Viena)
Conformado por la pianista Jasminka Stancul, el violinista Boris Kuschnir y el chelista Orfeo Mandozzi, este trío tuvo un magnífico debut el verano de 1993 en el Festival de Música de Cámara que organiza Gidon Kremer en Lockenhaus, tras el cual recibieron invitaciones a la Philharmonie de Colonia y al Wigmore Hall de Londres. Desde entonces, el Wiener Brahms Trio ha tocado con gran éxito en España, Suiza, Rusia, Inglaterra, Francia, Escandinavia y Eslovaquia. También ha participado en Festivales como el de Primavera de Bregenz y el de Meklenburgo-Antepomerania, así como en las “Noches Blancas” de San Petersburgo. Tras una aclamada velada en la Brucknerhaus de Linz, los miembros del Wiener Brahms Trio interpretaron junto con Yuri Bashmet y Julian Rachlin el quinteto de Robert Schumann en la Konzerthaus de Viena ante un público entusiasta. También colaboran habitualmente con el Trío, Nikolai Znaider y Gérard Caussé. En calidad de conjunto solista esta agrupación ha interpretado varios triples conciertos: con la Orquesta de Cámara de Viena dirigida por Charles Ansbacher, tocaron el Triple Concierto de Beethoven en la Konzerthaus vienesa y en el Festival de Primavera de Bregenz, bajo la dirección de Philippe Entremont, y de nuevo, con gran éxito, con la Orquesta Nacional Irlandesa en el National Concert Hall de Dublín, dirigidos por Gerhard Markson. En Luxemburgo, el Trío interpretó el Triple Concierto de Bohuslav Martinú, con los Solistes Européens dirigidos por Jack Händler. Boris Kuschnir utiliza el violín Stadivarius La Rouse-Cremont datado en Cremona en 1698. Se trata de un préstamo del Banco Nacional de Austria desde 1991, en reconocimiento a su elevado desempeño artístico y los servicios prestados a la música. El chelo que toca Orfeo Mandozzi fue construido en Cremona por Francesco Ruggeri en 1675.
Julian Rachlin, violín (Lituania)
La familia Rachlin emigró a Austria cuando Julian aún no cumplía 4 años de edad. Su padre y madre, ambos músicos, contribuyeron a que obtuviera un lugar en el Conservatorio de Viena para estudiar violín antes de cumplir los 10 años. Su maestro Boris Kuschnir lo introdujo a la tradición rusa del violín y balanceó el riguroso avance en el instrumento con la diversión y el juego sin estorbarle su afición por el fútbol. En 1984 dio su primer concierto frente al público y poco después comenzó a recibir lecciones privadas con el violinista y violista Pinchas Zuckerman. En 1988 obtuvo el reconocimiento europeo como Músico Joven del Año tras lo cual tocó en el Festival de Berlín dirigido por Lorin Maazel. Luego, dirigido por Riccardo Muti, fue el solista más joven en tocar con la Filarmónica de Viena. En 2000 estrenó el sexteto de Krzysztof Penderecki, al lado del chelista Mstilav Rostropovich y del violista Yuri Bashmet. Ese año fundó el Festival de Cámara de Dubrovnik, Croacia, que también dirige y cuenta con la generosa participación de sus colegas para aproximar a las nuevas generaciones hacia la música clásica. Es embajador de buena voluntad de UNICEF para recaudar fondos y promover el respeto a los derechos de la infancia. Entre los directores y colegas con quienes ha tocado, se encuentran Zubin Mehta, Marta Argerich, Itamar Golan y Maxim Vengerov, entre otros. Sus ejecuciones del concierto de Mendelssohn gozan de reconocimiento mundial y sumado al de Beethoven, son obras que ahora dirige desde el piano. En su repertorio tiene todos los conciertos de la gran tradición clásico-romántica. Adicionalmente, es maestro y desde 2003 comenzó a tocar la viola en un precioso y raro instrumento Storioni del siglo XVII.
Las notas realizadas por Ricardo Rozental para los programas de mano se elaboran por solicitud del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a quien pertenecen la totalidad de los derechos patrimoniales: www.teatromayor.org